6 de febrero de 2011

El amarre a la vida

I. Introducción

¿Qué es lo que permite, para cada uno de nosotros, sostener el amarre a la vida?
Quiero decir lo siguiente:
El famoso "Instinto de autoconservación" no hace más que mostrar sus trastornos, sus polos conflictivos, sus puestas en suspenso.

La angustia realista, la que supuestamente permitiría accionar respecto de algún peligro real, la que trabaja a favor de la autonservación, es históricamente posterior a la angustia neurótica.
Cita: ... "Muy deseable sería que se recibieran en herencia instintos de esta clase, protectores de la vida; así se aliviaría mucho la tarea de la vigilancia, destinada a impedir que el niño se exponga a un peligro tras otro... el niño sobresestimainicialmente sus fuerzas y actúa exento de angustia por que no conoce los peligros.
Correrá por el borde del agua, se trepará al alféizar de las ventanas, jugará con los objetos filosos y con fuego; en suma, hará 
todo lo que pueda causarle daño y preocupar a quienes lo tienen a su cargo. Es por entero obra de la educación que por fin despierte en él la angustia realista ("angustia que es exteriorización de la pulsión de autoconservación yoica")


Una vez postulada la última teoría pulsional, y representado Tanathos esa tendencia a volver a lo inorgánico para todo ser vivo, Freud apostará a la intrincación con Eros para explicar porqué tardamos tanto en morir.


II. El Suicidio según Durkheim: un hecho social


Emil Durkheim, en su ya clásico estudio establece una correlación necesaria entre "el lazo que une el hombre a la vida y el lazo que le une a la sociedad".
Por un lado, y en tanto familia y ciudad se han convertido en extrañas para el individuo, él mismo se convierte en extraño para sí; condición para la exacerbación de un sentimiento de desamparo moral y de pérdida de sentido. Esta sociedad, individualista en grado sumo, "rodea al hombre de un lenguaje que le margina de la existencia".


Este panorama es el que daría cuenta de los suicidios "egoístas", efecto de un individualismo desmedido donde han perdido vigencia creencias,prácticas familiares y sociales; en definitiva, todo aquello que une a los hombres a una historia y un linaje.


Según Durkheim hay distintos tipos de suicidios: 


Suicidio egoísta


Suelen encontrarse en aquellas sociedades, colectividades, o grupos en los que el individuo no está totalmente integrado en la unidad social global. Esta falta de integración produce un sentimiento de vacío y falta de significado en los individuos. Las sociedades con una conciencia colectiva fuerte y con corrientes sociales protectoras y envolventes, Selene impedir la propagación del acto del suicidio egoísta debido, entre otras cosas, a que proporcionan a las personas un significado a sus vidas. Cuando estas corrientes sociales son débiles, los individuos pueden fácilmente sobrepasar la conciencia colectiva y hacer lo que desean. En las grandes unidades sociales con débil conciencia colectiva, se permite a los individuos perseguir sus propios intereses del modo que deseen. Este egoísmo no reprimido suele desembocar en una gran insatisfacción personal, debido a que no todas las necesidades pueden satisfacerse y las que quedan insatisfechas simplemente generan más y más necesidades; en última instancia, conducen al total descontento y, en algunos casos, al suicidio. Sin embargo, las familias, los grupos religiosos y las entidades políticas fuertemente integradas actúan como agentes de la conciencia colectiva y evitan las tendencias suicidas.


Suicidio Altruista



Este al contrario del suicidio egoísta que se produce por cuando la integración es demasiado débil, es más probable que se realice el suicidio altruista cuando la integración social es demasiado fuerte, el individuo se ve literalmente obligado a suicidarse.
En este tipo de suicidio, el grado de integración no constituye la principal causa del suicidio altruista. Los diferentes grados de integración producen diferentes corrientes sociales que, a su vez, influyen en las tasas de suicidio. Como en el caso del suicidio egoísta, Dürkheim creía que las corrientes de melancolía eran la causa de las altas tasas de suicidio altruista. Mientras las altas tasas de suicidio egoísta se debían a un agotamiento irremediable y a una profunda depresión, la probabilidad de que aumente el suicidio altruista nace de la esperanza, porque depende de la creencia profunda en una perspectiva bendita después de la vida.



Suicidio Anómico


Este es el principal tipo de suicidio para Dürkheim, cuya probabilidad aumenta cuando dejan de actuar las fuerzas reguladores de la sociedad. Esta interrupción suele crear insatisfacción en los individuos: sus pasiones apenas están controladas y son libres de iniciar una salvaje persecución del placer. Las tasas de suicidio anómico aumentan igualmente cuando la naturaleza de la interrupción es positiva o negativa. Cualquier tipo de interrupción hace que la colectividad sea temporalmente incapaz de ejercer su autoridad sobre los individuos. Estos cambios ponen a las personas en situaciones en las que ya no se observan las viejas normas y otras nuevas comienzan a desarrollarse. Los períodos de interrupción liberan corrientes de anomia, las cuales conducen a un aumento de las tasas de suicidio anómico.
Las personas se convierten en esclavas de sus propias pasiones y realizan una abundante serie de actos destructivos, entre ellos quitarse la vida, en mayor número que en condiciones normales.


Suicidio Fatalista
Mientras el suicidio anómico es más probable que ocurra cuando la regulación es demasiado débil, el suicidio fatalista sucede cuando la regulación es excesiva. Dürkheim describía a aquellos que era más probable que cometieran este tipo de suicidio como “personas cuyo futuro está implacablemente determinado, cuyas pasiones están violentamente comprimidas por una disciplina opresiva”. Un claro ejemplo de este tipo de suicidio es el del esclavo que se quita la vida debido a la desesperación que le provoca la reglamentación opresiva de todas sus acciones. Demasiada regulación, la opresión libera corrientes de melancolía que, a su vez, causan un aumento de la tasa del suicidio fatalista.


Durkheim también destaca otra función "protectora" de la sociedad que estaría actualmente amenzada: y es la que la sociedad tiene en tanto "reguladora de las pasiones, apetitos que nada tienen que ver con las necesidades".
Todo parece posible, y a la vez nada se tiene verdaderamente. Condena a la insatisfacción permanente. El "soltero" es paradigmático de esta infinitización de un deseo que no parece - que no parece - tener su punto de detención si la sociedad, en su anomia crónica, es incapaz de ejercer una regulación sobre él. Así, el suicidio "anómico" supone un sujeto no sólo abandonado por la sociedad a sus pasiones; sino que la sociedad misma provocaría una exacervación de dichas pasiones, lo cual vuelve al hombre peligroso tanto de sí mismo como respecto de terceros.


Durkheim describe así la tendencia actual de la sociedad, no a regular el goce, sino por el contrario, a prescribirlo. Lógica homogénea a la que Lacan destacó en relación al Superyo y su vociferación sorda que empuja a un goce imposible.


El amarre a la vida según Lacan


Por lo visto hasta aquí, parece haber una estrecha relación entre el lazo del sujeto a la vida, y el lazo al Otro (Otro familiar, Otro social). Sabemos que Lacan ha dado cuenta de la constitución misma del sujeto en función de la relación a un Otro que antecede y cuyo deseo es la primer realidad de ese futuro sujeto.


Mas allá de toda referencia banal a la autoestima alta o baja, este i (a) pone en juego la imagen en su función de circunscripción del objeto.
Lacan plantea que el investimiento narcisista de esta imagen, es imprescindible para poder habitar el mundo, para poder estar en relación al Otro sin quedar avasallado ni caído del mapa, para poder "subsistir en un mundo donde su i (a) sea respetado". Este investimento es el que permite que el capital libidinal esté a salvo, para subsistir a la vez y para poder establecer relaciones amorosas. Cuando esto es avasallado, los efectos son catastróficos. Volviendo a los suicidios en Telecom, otro empleado testimoniaba que a los trabajadores asignados a los call centers les prohíben tener las fotos de sus familiares en el escritorio; y que hacían rotar con frecuencia a los encargados de los distintos sectores, para que no se "encariñaran" con sus empleados. 


Nuestra época, ha puesto en evidencia que somos, "para siempre, ese objeto cesible de intercambio". De traslado permanente de sector, de tarea, de rol. Rápidamente desechable, reemplazable. Y es la puesta súbita de la relación del sujeto con este ser objeto a, lo que Lacan articula al fantasma del suicidio y al riesgo de la desaparición del sujeto de la escena. Porque cuando este objeto está presente "descarnadamente" - y esto es la posición del melancólico- los efectos son realmente catastróficos. Llegan "hasta el agotamiento de lo que Freud llama el Trieb  más fundamental, el que te amarra a la vida". Porque es sólo bajo su forma velada, circunscripta, vestida, que el objeto a conserva, para el sujeto, su dignidad y su función de causa, ignorada, de deseo.