10 de junio de 2010

Cuerpos Satisfechos




Mientras conversaban entretenidamente, él pensaba en ella, aunque ella no lo notara. Las palabras enloquecían alrededor de su belleza.
Él, desesperado por acercarse, decide hacer algún comentario que provocara un momentobélico y terminara en un abrazo. Así fué. La sujetó fuerte mientras se balanceaban lentamente. La luz se templó y se escuchan en la habitación los suaves respiros. El aroma de los alientos se entremezclan. La humedad lubrica los pensamientos.
Él, se apoya en el hombro de ella quedando a unos pocos centímetros del cuello, esa parte irresistible en un abrazo de alguien que se desea. Ya exitado hasta el límite decide besarle el cuello ávido, suave como el terciopelo. Ella lo estira lentamente para que la siguiera besando, lo cuál, aún más lo motiva y casi en la desesperación, la hubiera mordido.
Suavemente, ella bajó su rostro hasta encontrarse con los labios y a partir de allí, con el acercamiento de los cuerpos todo fue impulso, hasta fusionarse en uno. Se hacen presentes los gemidos y la tibieza de los labios busca entre las extremidades.
Los pies cosquillean y las manos se desparraman en una selva de rugidos. La exaltación de los latidos se hace notar.
Las flores comienzan a palidecer. Los pétalos sobrevuelan en el aire.
Luego, la noche despierta. Las sábanas abrazan los cuerpos mojados y la dulzura aparece. Se acarician mutuamente hasta quedar agotados, casi dormidos, con sus cuerpos transpirados, sus rostros ruborizados y sus espíritus ya pulcros.

Autora: Romina Munafó